2019
«El que venga a mi, no tendrá hambre, y el que crea en mi no tendrá nunca sed.» (Jn 6,35)

23.6.19 , , ,
Juan 6, 51-58  «Os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del Hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. El Padre que vive me ha enviado y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que come vivirá por mí. Éste es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron: el que coma este pan vivirá para siempre.»

«Jesús no es un rey terrenal, que ejerce su dominio, sino un rey que sirve, que se acerca hasta el hombre para satisfacer no solo el hambre material, sino sobre todo un hambre más profundo, el hambre de orientación, de sentido, de verdad, el hambre de Dios.

 ... pidamos al Señor que nos ayude a redescubrir la importancia de alimentarnos no solo de pan, sino de verdad, de amor, de Cristo, del cuerpo de Cristo, participando fielmente y con gran conciencia de la Eucaristía, para estar cada vez más íntimamente unidos a Él. En efecto, no es el alimento eucarístico el que se transforma en nosotros, sino que somos nosotros los que gracias a él acabamos por ser cambiados misteriosamente. Cristo nos alimenta uniéndonos a él; «nos atrae hacia sí». Al mismo tiempo, oremos para que nunca le falte a nadie el pan necesario para una vida digna, y que se terminen las desigualdades no con las armas de la violencia, sino con el compartir y el amor. Nos confiamos a la Virgen María, a la vez que invocamos sobre nosotros y nuestros seres queridos, su maternal intercesión. » (Benedicto XVI, 29 de julio de 2012).

Así recibió nuestra corporación en la festividad del Corpus Christi a la comitiva del Santísimo Sacramento a su paso por la Iglesia de la Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo con altar presidido por María Santísima del Mayor Dolor y con colgaduras y exornos dispuestos al efecto.



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12.5.19 , , ,
Fue otro día 12 y no era domingo. Y, sin embargo, hemos querido que sea este domingo 12 de mayo el día que evoquemos tan dulce recuerdo. ¿Por qué mayo? Porque mayo es el mes de los nuevos comienzos, la época en que la luz ha triunfado sobre las últimas sombras, los días nuevos en los que la lluvia comienza a dar sus dulces frutos y es el mes de las flores. Y de las madres. Así que si lo pensamos un solo segundo no puede haber mejor día que uno de mayo para volver nuestros ojos sobre aquellos de Madre que siempre velan por nosotros.

Ya hemos dicho que era día doce. Y era viernes. Y para ser más exactos hoy se cumple un mes de que anunciásemos la primera luna llena de la primavera. Qué día tan radiante siempre en el año nuestro bendito Viernes de Dolores en la calle Granada envuelto en aroma de rosas y azahares níveos.

Poco a poco fueron acudiendo a tan maternal llamada, alegre desbandada multicolor de pétalos al viento, festivo y riente sobrevuelo de horas felices, tan alejada en sus formas de las blancas golondrinas que sobrevolarían la noche quieta y ordenada del miércoles venidero.

Unos llegaron con la timidez aferrada a una mano, de papá, de mamá, de la abuela, dubitantes de si alejarse un segundo apenas de ese puerto seguro en un patio donde casi todos comenzamos un día siendo desconocidos.

Otros vinieron de la mano de sus amigos, de esos con los que se comparte más que el colegio o una afición pasajera o aquella clase extraescolar en la que nos apuntaron juntos. Amigos de esos que se hacen para toda la vida, a los que nos une algo más que un lazo efímero de tiempo.

Algunos vinieron solos con la confianza que da esa edad en que empiezan a desplegar las alas en solitarios vuelos bajos probando nuestros propios retos.

Unos ya se conocían. Otros venían esperando conocer. Y algunos recorrían el sendero de la calle Granada a sabiendas de que se encontrarían como en casa…

Pasaron los primeros minutos esperando a que ese invisible vagón de cola nos fuese trayendo a los más rezagados y dimos comienzo a uno de los actos más emotivos, por su significado, de toda nuestra Semana Santa.

A todos y cada uno les dimos la bienvenida a esta que es su casa como se merece. Les esbozamos una breve historia de esta hermandad nuestra en clave de niños, sin perdernos en demasiadas profundidades… que ya serían ellos los que después nos llevarían por impensables aljibes subterráneos. Y llegó el momento de pasar a ver a Nuestra Madre del Mayor Dolor con el mayor de los cariños, el más profundo de los respetos, con ese recogimiento del que sólo los niños son capaces cuando están ante algo que se les escapa de entre los dedos.

Poco a poco la tarde fue recobrando jirones de gorjeos reverberando entre la lacería del artesonado. El crujir de la madera de las bancas. La rosa que se desploma en silente batir de pétalos. El aroma de la primavera abriéndose paso entre la piedra inerte. Y las palabras posándose sobre cada elemento de la estancia, desprendiéndose de sus significados, haciéndose imágenes en la inquietud de inmensos pares de ojos abiertos queriendo fijar para siempre la esencia de lo inefable.

Comenzamos hablando de nuestra iglesia, hospitalaria, donde cuidar el alma era cuestión tan importante como el cuidado de un cuerpo efímero en aquel siglo XVI del que pasamos de puntillas para no abrumarnos con fechas. Después llegó el turno de Loli y de Paqui, quienes hablaron del cuidado y el cariño con que el acometen todas las labores primorosas que se refieren a los cuidados de Nuestra Madre. Y, sorprendentemente, cuando no quisimos cansar más a nuestros pequeños hermanitos, en un turno vuelapluma de preguntas que pensábamos caería en lo anecdótico por el sepulcral silencio, los niños volvieron a sorprendernos en sus inquietudes con una profundidad que no todos esperábamos. La tarde parecía estática, suspendida en un carámbano de luz azul olvidado en una vidriera. Las manos levantadas se fueron entrecruzando en un bosque de dudas ordenadas y esas voces menudas nos fueron llevando por unos senderos nunca transitados hasta el momento. Creo que todos tuvimos turno de respuesta entre sonrisas tímidas y algún que otro titubeo. Y es que, a veces, (las más) los niños nos terminan superando de un modo increíble.

Y al fin llegó. Ese instante que sólo se quedaría para ellos. El momento en que llegaron a sus Benditas Plantas de Madre del Mayor Dolor y cada uno, en silencio, le dijo con un beso todo aquello que sus corazones, tan inmensos, encierran. Para ella sus anhelos, su inquietud, sus sueños, sus miedos, el aleteo fugaz de la duda, la felicidad sempiterna en el corazón. Uno a uno fueron desfilando y haciéndose el más hermoso ramillete de flores que pueda recibir una madre en el día de su Santo.

Y como broche a toda celebración llegaría la parte lúdica donde poco a poco todos terminaron encontrando a un amigo en el lugar más insospechado de nuestro patio. Quizás porque le gustase la misma merienda o la serie de turno o el juego de moda más allá de la pantalla de un teléfono móvil o sólo por ser compañeros accidentales de equipo en interminables carreras detrás de un pañuelo improvisado en medio de la tarde de abril.

Fue curioso… a todos nos costó un poco despedirnos cuando la luz se fue apagando en el patio y eran otros menesteres los que requerían nuestra presencia. Y si de algo estamos seguros todos los que tuvimos la suerte de compartir esta última tarde de Viernes de Dolores es que todos nuestros pequeños se fueron por los distintos senderos de la calle Granada sintiéndose un poco más en casa, en su casa, y que cada vez que pasen por la puerta de esta bendita iglesia de la Resurrección sentirán que aquí dentro tienen algo que es suyo y que no va a abandonarlos nunca.


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11.4.19 , , , ,
Ya contamos en años anteriores cómo doña Mariana Carrasco, en 1747, donaba en su testamento una huerta de su propiedad a Nuestra Señora de las Angustias (recordemos que ésta era la advocación de Nuestra Señora en esa época) para que «de su renta se le haga una fiesta el día Viernes de Dolores de cada un año, con Santísimo manifiesto todo el día, misa cantada y sermón. Y a la tarde Corona, Salve y Letanías; y sino se pudiere predicar el sermón por la mañana que se predique a la tarde». No sabemos si ese es el origen de la celebración en nuestra Iglesia de la Resurrección o, simplemente, la donante proveía los fondos suficientes para que se siguiera celebrando. Lo que sí sabemos es que perduró en los tiempos, independientemente de los avatares sufridos por este tipo de fundaciones a lo largo de los tiempos y, sobre todo, durante el siglo XVIII.

Ahora aportamos un nuevo dato para afianzar que esto fue así: se trata de unas anotaciones de ingresos y gastos de la Parroquia, fechadas en 1912, donde vemos cómo aún 150 años más tarde se seguía cumpliendo la voluntad de doña Mariana, tanto en lo tocante al viernes de Dolores, como a otras disposiciones que también afectan a la Iglesia de la Resurrección (las tres misas cantadas en los tres días de Pascua y la novena a la Virgen del Carmen).



Los cultos habían variado con el tiempo; además de la misa con sermón, se hacía un septenario, suponemos que en los días previos. Sin embargo, ya no se hacía la exposición del Santísimo; tampoco se hace referencia al rezo de la Corona Dolorosa (no podemos saber si se seguía realizando, pues al no suponer ningún coste no aparecería de ninguna forma en estas anotaciones contables). Hoy en día, seguimos celebrando la fiesta de los Dolores de la Virgen, pero también adaptados a nuestros tiempos. Nunca se dejó de celebrar la misa, con mayor o menor solemnidad, durante todo el siglo XX; desapareció el septenario; y, en las últimas décadas, se ha incorporado el Besamanos a Nuestra Bendita Titular.

El motivo de que se nombre este apartado de las cuentas como censo de Ordóñez, es porque a Francisco Ordóñez, marido de su sobrina, es a quien doña Mariana le encargaba en el testamento citado con anterioridad la gestión de la huerta para sufragar todas estas celebraciones. Al parecer, optó por imponer un censo y con la renta de éste, más de cien años después de la muerte de Francisco, aún se seguían cobrando rentas suficientes para todo lo dispuesto por la donante.

Otra nota curiosa que aparece en esta cuenta es la «gratificación a Herraiz». Ese Herráiz no es otro que el abuelo de nuestra querida hermana, Dª Francisca Soto Herráiz, Paca la guapa: su familia fue la encargada del mantenimiento de la Iglesia de la Resurrección desde 1883 hasta 1978, cuatro generaciones de «santeros» al cuidado de nuestro templo.

A.G.S.

11.4.19 , , ,
El origen de la festividad del Viernes de Dolores se remonta a la Edad Media. La denominada fiesta de Nuestra Señora de los Dolores, preparada por la literatura ascética del siglo XII, es introducida por primera vez en Alemania consecuencia del Sínodo Provincial de Colonia (año 1423) para contrarrestar las burlas de los herejes hacia la imagen de la Virgen Dolorosa. A raíz del mismo, el arzobispo de Colonia, Teodorico de Neurs, la inserta en el viernes de la tercera semana después de Pascua.

Será en 1727 cuando Benedicto XIII la extienda con el título de «Fiesta de los Siete Dolores de la Bienaventurada Virgen María», situándola el viernes después de la dominica de Pasión, es decir, el viernes anterior a la Semana Santa, a fin de recordar los dolores que padeció la Santísima Virgen María durante la Pasión de su hijo.

La controversia radica en el año 1688, y en concreto, parte de la Orden de los Siervos de María que difunde el culto de la Dolorosa y obtiene del Papa Inocencio XI una fiesta propia de la tercera dominica de septiembre, que posteriormente Pío VII extenderá a toda la Iglesia en 1814. Será Pío X quien asigne establemente el 15 de septiembre.

Paralelamente, en lugares como España ya existía un culto especial en torno a Ella dentro del contexto de la Semana Santa, donde se tiene como motivo de hermandades y cofradías.

Sin embargo, durante el Concilio Vaticano II, dentro de las diversas modificaciones al calendario litúrgico, se decidió suprimir las fiestas consideradas «duplicadas», es decir, aquellas que se celebrasen dos veces en un mismo año. Por tanto, se suprimió la fiesta primigenia de los Dolores de Nuestra Señora el viernes anterior al Domingo de Ramos, siendo reemplazada por la moderna fiesta de Nuestra Señora de los Dolores, el 15 de septiembre.

A pesar de ello, la Santa Sede y las normas del Calendario Litúrgico contemplan en el Misal Romano que «en los lugares donde se halle fervorosamente fecunda la devoción a los Dolores de María y en sus calendarios propios sea tenida como fiesta o solemnidad, este día puede celebrarse sin ningún inconveniente con todas las prerrogativas que le son propias».


En Bornos, en la Iglesia de la Resurrección, tenemos documentación que atestigua que ya en el año 1747 ésta era una festividad arraigada. Así, la devota Mariana Carrasco en su testamento dotó «a mi madre y señora de las Angustias sita en la iglesia de dicho hospital de la Resurrección de esta villa» (nombre con el que en la época era conocida Nuestra Señora del Mayor Dolor) de una huerta «para que la goce por suya y de su renta se le haga una fiesta el Viernes de Dolores de cada un año con Santísimo Manifiesto todo el día, misa cantada y sermón, y a la tarde Corona, Salve y Letanías; y sino (sic.) se pudiere predicar el sermón por la mañana que se predique a la tarde […]».

Posteriormente, en el año 1775, se funda la Orden Servita. También en este caso tenemos constancia de que se sigue celebrando la festividad del Viernes de Dolores en la misma Iglesia de la Resurrección en honor a Nuestra Madre.

En última instancia, señalar que a lo largo del siglo XIX desaparecerán tanto la Orden de los Siervos de María como la propia hermandad, pero que sí se mantiene la tradición de celebrar la festividad de María el Viernes de Dolores, siendo el único culto anual que se oficia con regularidad a lo largo del tiempo en dicha Iglesia de la Resurrección.

Refutando a nuestro hermano Manuel Barra en su libro Iglesias y Ermitas de Bornos (1), tenemos documentación servita donde en el año 1788, encabezando el acta de 25 de marzo, se lee: «Hallándose junta la congregación y Orden Tercero de Sierbos (sic.) de María Santísima de los Dolores, Nuestra Señora y Madre de Dios, en su glorioso título de las Angustias, en esta su Yglesia y hospital de la Santíssima Resurrección de Nuestro Señor Jesuchristo». Por tanto, concluimos que fue la devoción popular y la importancia de esta fiesta de los Dolores el desencadenante del cambio de advocación de Nuestra Titular, siendo el propio pueblo el que le atribuye el nombre de Dolores.

Esta prueba de continuidad y fervor nos responde el porqué a esta iglesia, y a esta Dolorosa que veneramos, no se le pudo despojar de su festividad en un día tan insigne para nuestra cofradía, quedando entre las exenciones señaladas por el Concilio Vaticano II.

[1] BARRA RODRÍGUEZ, M. Iglesias y ermitas de Bornos, Hdad. Ntra. Sra. del Rosario, Bornos, 1995, p. 117: «En esta iglesia se estableció la Venerable Orden Tercera de Siervos de María Santísima de los Dolores, vulgarmente conocidos como Servitas, el 14 de julio de 1775 […] ya hacía tiempo que la Virgen de las Angustias era denominada como Virgen de los Dolores».

A.G.S.

3.4.19 , ,
Desde sus inicios la cuadrilla del Mayor Dolor dió muestras de una idiosincrasia propia que transmitiía poderío y entusiasmo. Por el 2007, comandada por Alejandro Sevillano Lobo y apenas a unos años del estreno del actual paso de Nuestra Señora, apuntaba a la evolución de la que hoy en día hace gala.

Esta imágenes captadas  por el recordado Manuel Sanchez Baizán «El Avión» nos muestran unos momentos intimos de nuestra Hermandad y una vez en la calle una explosión de fuerza a la que hoy en dia nos tienen acostumbrados.




Anfora y Corazón

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