Uno no puede más que darle gracias al Señor y pedirle al Mayor Dolor de María que interceda por nosotros ante la evolución que toman los acontecimientos y cuando las ideas, que hasta hace unos meses allá por el mes de agosto eran solo ideas, están camino de convertirse en sentimientos de gloria. Si, lo han leído bien, porque todos los que ponen sus entrañas en una trabajadera están ganando la gloria y solo cada uno de ellos sabe para quién, porque cada uno en su penitencia ruega no solamente por él, sería egoísta pensar que así fuere, sino que rezan con su trabajo por alguien que lo necesita, por sus padres, hijos, hermanos, y en eso se convierten trabajando cuello a cuello, en Hermanos con mayúsculas.
Esa es la grandeza del mundo del costal y el martillo, esa es la oración callada pero sincera, bajo los faldones de un paso de Cristo o de María, que cada cual a su entender lanza al Padre para que alivie nuestra flagelación y nuestros mayores dolores de cada día. Y el Señor con su infinito amor e inimaginable grandeza y misericordia, ha querido que hoy primer domingo de Adviento de dos mil trece en el templo de la Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo, sede de esta sencilla Hermandad, se obre el milagro por partida triple, cual augurio, cual señal de sus bendiciones a todos los que creemos en Él.
El primer signo ha sido la participación en el acto de más de una treintena de hombres de abajo, anónimos pero de gran corazón, con su nombre, apellido y ahora también con su llamada en el noble trabajo de rezar con sus pies, Corrientes, Costeros, Fijadores, Pateros, junto a Jóse Buzón Rodriguez y Daniel Rosa Gómez, comprometidos guías de la seriedad y la verdad.
El segundo porque ahora están bautizados de nuevo en un hermanamiento con sabor a la grandeza de Jesucristo Resucitado y Glorioso, que alcanzarán después de una cuaresma de entrega, una Estación de Penitencia agridulce con el Hijo de Dios flagelado y sangrante, con María atravesada en su corazón por los siete dolores, al anuncio de la anhelada Pascua de Cristo.
El tercero porque Jesucristo paga con creces y setenta veces siete lo poquito que cada uno de nosotros le ofrece. El Espíritu me dice que es posible, como esas ideas que al principio comentaba, que esos tres niños que aparecen en la fotografía, algún día antes que después, estarán también en la igualá de la Resurrección, a su vez con sus chiquillos de la mano.
Por todo ello Señor te damos gracias y te pedimos que nos ayudes en las horas bajas, que sin duda vendrán, y nos reconfortes cuando la tristeza invada nuestros corazones. Haznos fuertes para desoír la voz de la insidia que sabemos nos sobrevuela y oye las plegarias que te hacemos a través de tu Madre en su Mayor Dolor.
GRACIAS Y ENHORABUENA A TODOS.
QUE SIRVA PARA MAYOR GLORIA DE
JESUCRISTO RESUCITADO
Pedro Bueno
Hermano Mayor
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