Hoy son dos los núcleos de esta celebración: por un lado, el evangelio, que nos habla de la fe y la política; y por otro lado el DOMUND, cuyo lema es “renace la alegría”. Y en mi cabeza, cuando he juntado política y misiones me ha venido al pensamiento África, y por consecuencia, todo lo que ha pasado con el Ébola. Cuando escribo estas palabras, han muerto por esta enfermedad dos sacerdotes españoles (que estaban en África), y hay una enfermera (que atendió a uno de ellos) ingresada grave en un Hospital de Madrid. Y las redes sociales y los medios de comunicación están “que arden” con todo este tema.
Estamos hablando solamente de España y de españoles, claro está. Porque de los pobres africanos que mueren todos los días nadie habla. Se ve que esos, como son negros y están en África, no tienen dignidad. Gracias a Dios que existen misioneros y cooperantes, como estos dos sacerdotes (que han muerto entregando su vida por esos “sin-dignidad”) y muchos otros sacerdotes, religiosos y religiosas y laicos, que les recuerdan a estas personas que son los preferidos de Dios, que Dios les ama a ellos de manera especial, precisamente porque nosotros no lo hacemos así.
¿Y cómo unimos esto con el evangelio, con esa frase de Jesús tan oída de “dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”? Hay que interpretar bien este evangelio porque puede parecer que Dios separa la religión y la política, y nada más lejos de la realidad. Si hacemos eso, estaremos sucumbiendo a un individualismo que se está metiendo en nuestra sociedad y que quiere meter la religiosidad en la vida privada y en el ámbito de lo personal. Pero eso no lo dice el evangelio por ningún sitio, al contrario, nos invita a ser “levadura en la masa”, es decir, a estar presentes en nuestra sociedad y hacerla crecer con los valores del evangelio. Precisamente, “dar al César lo suyo” significa trabajar por transformar la sociedad en la que vivimos. Y “dar a Dios lo suyo” exige interesarse por los derechos de los que son “hijos de Dios”, por muy pequeños que sean, por muy negra que sea su piel y por muy lejos que vivan, ya que conviven en esta sociedad nuestra y son imagen de ese Dios al que decimos querer tanto y al que nos encomendamos para que nos ayude en todo momento y situación.
Un último elemento es comentar el lema de esta Jornada del DOMUND: “renace la alegría”. Creo que, gracias a los que dedican su vida a la evangelización de los pueblos más pobres, la alegría de estas gentes renace cada día. No es una alegría material, por tener cosas, casas, coches, dinero… Como recuerda el Papa Francisco en el Mensaje para esta Jornada del DOMUND, la alegría más profunda de Jesús es constatar que sus discípulos participan de esta dinámica de conocer al Padre y de vivir como hermanos entre sí. Es la alegría del Evangelio que se revela a los más pobres y humildes, que la Iglesia debe testimoniar y realizar en este mundo y en esta sociedad en la que le ha tocado vivir. Dice el Papa Francisco que “todos los discípulos del Señor están llamados a cultivar la alegría de la evangelización”.
Creo que un buen resumen de todo esto, y una llamada que nos hace hoy la Palabra de Dios, sería que los cristianos estemos más atentos a lo que pasa en nuestro mundo y a hacer de la política un servicio al bien común, que ayude a crear un mundo y una sociedad más humanos, para que todas las personas que vivimos en él seamos tratadas con respeto y con la dignidad de los hijos y las hijas de Dios. Si somos capaces de tomarnos esto en serio y de llevarlo a la práctica, seguramente nos seguirá importando mucho el ébola, el perro de la enfermera, o si los sacerdotes que estaban infectados tenían que haber venido aquí a curarse o no, pero nos importará más aún que nuestros hermanos y hermanas de África (y de cualquier otro lugar del mundo) tengan unas condiciones de vida dignas y saludables, como Dios quiere para todos sus hijos e hijas.
En esta Eucaristía pedimos por los misioneros y misioneras que están por el mundo contagiando la alegría del evangelio. Pero también pedimos por nosotros, para que también vivamos esa alegría y la llevemos a todas las personas que están a nuestro alrededor. Que el DOMUND no sea solo un donativo que damos para las misiones, sino un compromiso de insertar los valores del evangelio en nuestro mundo, como hizo Jesús.
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